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ESPACIOS ABANDONADOS EN UNIDADES HABITACIONALES.

  • Foto del escritor: Pedro Núñez González
    Pedro Núñez González
  • 21 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

Luis Erik Garcia Trujillo.-

El 16 de marzo de 1972 se demolió con explosivos el primer edificio de Pruitt Igoe, un conjunto de edificios de vivienda social diseñados por el arquitecto estadounidense Minoru Yamasaki. Esta fecha se torna emblemática puesto que se considera el día en que la modernidad llego a su fin. Mientras tanto en las ciudades medias de México justo en los 70’s se produce una mayor demanda de equipamiento y de vivienda y la respuesta del país ante una situación así fue tomar alternativas y programas con los que otras ciudades en el mundo trataban de resolver esta problemática, llegando a utilizar procesos genéricos para solucionar el desabasto de viviendas y de espacios públicos, afectando en estos el hecho de tener culturas, economías, políticas y sociedades distintas. La respuesta de carácter oficial, a esta necesidad masiva de vivienda, partió de instancias a nivel federal, como INFONAVIT y FOVISTE.



Como lo señala el arquitecto Javier Sánchez Corral en su libro, La Vivienda “Social” en México, la respuesta genérica de las autoridades en aquel momento dirigió el trabajo de los especialistas del diseño y la construcción en México al 10% de la población, para el otro 90% la vivienda se desarrolló sin control y en malas condiciones generando espacios públicos que no fomentan la cohesión social, empujando a los usuarios a realizar todas sus actividades al interior de sus viviendas y obligando a las personas a desplazarse grandes distancias a otros espacios públicos para realizar sus actividades y como consecuencia se comienzan a segregar “los espacios entre los edificios” según Jan Gehl en su libro, La Vida Social Entre los Edificios.

La ciudad contemporánea presenta retos importantes y ante ellos, el quehacer del arquitecto debe involucrar el compromiso de atender problemas de sustentabilidad, desigualdad, inseguridad, pobreza y sanidad en estos tiempos de pandemia a través de la arquitectura impactar sobre estos rubros estudiando los espacios públicos y la vida pública. Una propuesta para mejorar estos aspectos es analizar que sucede si se atienden, rescatan y revitalizan estos espacios públicos, que han sido deteriorados, invadidos y subutilizados con el paso del tiempo, con objeto de contribuir a mejorar el bienestar y calidad de vida de sus habitantes, mediante la propuesta de acciones estratégicas, desde una perspectiva múltiple, que abra la oportunidad a la participación ciudadana, centrando así a las personas como eje rector del diagnóstico, diseño e intervención.

Según datos del INEGI (Modulo de Bienestar Autorreportado, 2018) Michoacán es el tercer estado más triste de la república mexicana. La accesibilidad, la percepción de tu ciudad y de tu entorno son factores que se tomaron en cuenta al sacar este parámetro, es entonces donde se percibe la importancia de las áreas verdes y de los espacios públicos de calidad en la ciudad sobre la vida pública. Es importante reflexionar acerca de estos espacios abandonados como áreas de oportunidad y de transformación mediante intervenciones que funcionen como detonadores de comunidad vecinal, diseñando con y no sólo para la comunidad a partir de la implementación de acciones para mejorar la calidad de vida de los habitantes, mediante el diseño de espacios de esparcimiento, integrando el urbanismo táctico al uso informal que la gente le da a la zona cambiando la perspectiva que tienen los colonos para hacer que las cosas sucedan.

Actualmente el planeta se está convirtiendo en un mundo más urbano. En 2017, 4.1 mil millones de personas (55% de la población mundial) vivían en zonas urbanas. Siendo el doble de población que era veinte años atrás (Banco Mundial, 2018). Las consecuencias sociales y económicas del desarrollo de las ciudades son complejas. Especialmente cuando las ciudades crecen muy rápido y sin control, aparecen problemas con los servicios básicos de los habitantes. El factor “calidad de vida” se convierte en el objetivo global, ya que determina la estabilidad política, económica y social de los futuros paisajes urbanos.

La arquitectura es una de las profesiones que participa en la construcción material del mundo y la transformación espacial de la vida. Tiene la capacidad de actuar para generar formas y hábitos de comportamiento en sus usuarios en la construcción física y material de contextos urbanos y por consecuencia en transformaciones sociales. Debemos pensar estos espacios como una unidad con capacidad de acción, que genera otras formas de relacionar a los usuarios entre ellos y con el sitio.

La arquitectura tiene varios objetivos al realizar intervenciones en espacios públicos pero en esta ocasión la invitación es a crear escenarios donde los espacios residuales tomen vida, hablen por sí mismos y comuniquen ideas generando intervenciones que le den al usuario no solo el rol de contemplar, utilizar y criticar, sino también la posibilidad de tomar parte en los procesos de diseño. La ciudad debe ser para su gente, como declara el “derecho a la ciudad” asociado al pensamiento del sociólogo Henri Lefebvre (1967).

colecciudad@gmail.com

 
 
 

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