Migración urbana ante la globalización.
- Pedro Núñez González
- 2 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Rafael Huacuz Elías.-
El liberalismo económico como doctrina filosófica, incentiva a que cualquier producto o servicio, pueda llegar o pueda ser instaurado, en el territorio de cualquier país sin restricciones fronterizas. Este modelo de libre mercado, permite que, tanto productos o servicios, puedan ser comercializados globalmente, es decir, sin importar el lugar o la nacionalidad en donde fueron creados.

Bajo esta premisa, algunos territorios (o ciudades) potencializaron su capacidad para ser incluidos en estas redes mundiales de comercio, buscando el mayor provecho ante las ventajas competitivas de otros territorios menos afortunados, ya sea por contar con mejor infraestructura o con una localización geográfica privilegiada, ciudades portuarias como Lázaro Cárdenas, Michoacán, 0 Manzanillo, Colima, en el pacífico y Veracruz o Altamira, Tamaulipas; son algunos ejemplos de estos beneficios de localización.
Otras ciudades fortalecieron sus actividades económicas y financieras, potencializaron su capacidad para fungir como centros globales del comercio mundial, tal es el caso de la Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey; que con el paso de los años se convirtieron en grandes centros metropolitanos con una hiperconcentración de población de varios millones de habitantes.
El modelo económico global inicio como un proceso migratorio del campo a la gran ciudad con la finalidad de que, las distintas olas migratorias, buscaran nuevas oportunidades de trabajo o una nueva forma de vida, ante la desigualdad marcada por el liberalismo comercial.
Sin embargo, las desigualdades regionales se incrementaron, en tanto, pocos territorios de algunos países lograron prosperar dejando al margen del “desarrollo y bienestar” a una gran cantidad de ciudades y localidades con una población limitada de ricos ante una gran cantidad de pobres (se calcula que el ingreso per cápita global se concentra en sólo un 20 por ciento de la población mundial mientras que el resto de la población, un 80 por ciento, sobrevive con el mínimo indispensable), bajo un umbral muy alto de pobreza y desigualdad social.
Según datos del INEGI, el 0.12 por ciento de la población más rica en México concentra el 50 por ciento de la riqueza neta individual disponible en todos los hogares mexicanos. Dos mil quinientos individuos ultraricos (0.002 por ciento) concentran más de 20 por ciento del total del PIB nacional. Desde luego revisando la propia metodología establecida por el INEGI frente a otros autores este tipo de cifras regularmente podría variar, a pesar de las meticulosas encuestas que se levantan el todo el país en este sentido la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (2018), reportó en Michoacán un ingreso por el trabajo per cápita en promedio de 127 pesos, aunque sabemos que existe una gran cantidad de población que no tiene empleo firmal.
Otro dato; el 10 por ciento de la población más rica del mundo, posee el 88 por ciento de la riqueza mundial, el 90 por ciento de la población restante se tiene que conformar con el 12 por ciento o menos, o sea que, el problema de la riqueza mundial es en síntesis un problema de inequitativa distribución de la riqueza global, frente a un fenómeno que ha llegado al absurdo en donde las grandes corporaciones multinacionales tienen más capital que varios países latinoamericanos.
Ante estos escenarios económicos descritos, nos enfrentamos a una intensa migración no sólo local sino global en donde vemos como las poblaciones enteras de varios países migran hacia países ricos, dejando todo atrás con la esperanza de encontrar un mejor nivel de vida y la tan anhelada prosperidad.
Mientras que los países receptores no tienen diseñada ninguna política pública para fungir de acogida a estas olas migratorias, y mucho menos las autoridades locales en las ciudades a donde llegan.
En pocos años hemos sido testigos de este fenómeno de pluriculturalidad que no solo afecta el norte del país, sino que cada día las ciudades del centro, como Morelia, recibe población extranjera buscando establecerse y mimetizarse entre la cultura local
En general se denomina pluriculturalidad a la coexistencia pacífica e interrelacionada de diversas culturas al seno de la sociedad, en un mismo espacio geográfico, sin embargo la falta de una visión global que genere e incentive una cooperación entre distintos grupos sociales promoviendo la inclusión y la tolerancia para evitar la segregación social, difícilmente logrará estos objetivos de coexistencia pacífica, que huelga decir son promovidos por las dependencias garantes de los derechos humanos, ya que nuestras ciudades poco a poco han dejado de ser territorios homogéneos y cada día se enfrentan a cientos de desplazados de todo el mundo --que ya sea por economía o por eventos de desastres naturales producto del cambio climático—que inundarán las ciudades del país produciendo esta multiculturalidad urbana.
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