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ESCUELAS CON PANDEMIA

  • Foto del escritor: Pedro Núñez González
    Pedro Núñez González
  • 14 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 27 ago 2020

Raul Coria Tinoco.-

Era una emoción el escuchar el timbre para salir al recreo: comer, gritar, jugar, hacer amigos, descansar, convivir, platicar y saludar era verdaderamente un placer para la mayoría de los niños y para los que pasamos esa etapa. Rutinario, pero placentero el acudir a un salón de clase, para cada día aprender y enfrentar cosas diferentes. Por lo regular, estos espacios abiertos y los salones de clases nos permitían desahogar y realizar muchas de las dinámicas de socialización, interacción y de aprendizaje haciéndolo con otros, dinámicas que no podemos el día de hoy realizar desde casa en su totalidad.



Irremediablemente la ya conocida situación de la pandemia, ha cambiado la vida de todos, en el tema de salud ha generado afectaciones a las personas, lo que hoy está sucediendo nos genera una preocupante incertidumbre acerca de su permanencia o si se presentarán en el futuro eventos similares de manera simultánea, además ha tenido fuertes impactos en el desarrollo social y económico.

En el ámbito de la educación, al inicio del año 2020 se generó la suspensión de actividades escolares presenciales para imponer medidas de confinamiento, es decir que, aproximadamente el 91% de los estudiantes del mundo se encontraban desescolarizados, esto ocasionó un cambio importante en el aprendizaje y el bienestar de las personas.

En el contexto local para dar seguimiento al año escolar, con un gran esfuerzo y participación de alumnos, padres de familia, docentes e instancias educativas, en un abrir y cerrar de ojos se experimentó con la modalidad de aprendizaje en línea; el hogar se convirtió en una extensión del aula llevando a estudiantes y padres de familia a dinámicas de atención simultánea del trabajo y de los deberes del hogar. En algunos casos el año escolar, así como los exámenes fueron concluidos bajo este esquema.

Sin embargo, en la realidad de nuestro país según INEGI (2019), son más del 55.7% de los hogares que no cuentan con una computadora personal y solo el 56.4% de los hogares tienen acceso a internet para hacer frente a estos retos, por lo que el futuro de muchos se ha visto truncado y cada vez más lejano de la inclusión.

En el contexto internacional organismos tales como UNICEF y UNESCO se encuentran colaborando con algunos gobiernos y escuelas para que los estudiantes, principalmente los que viven bajo condiciones de marginación, puedan asistir a clases de manera presencial y seguir su proceso de aprendizaje. El enfoque no está en simplemente reactivar las escuelas, sino en hacerlo con mejores condiciones. Según UNESCO, 100 países aún no han anunciado la fecha de reactivación, 65 de ellos prevén una reactivación parcial o total, y 32 terminarán el año escolar en línea.

Si bien el entorno físico en estos momentos puede aparentar menos condiciones, presenta una gran oportunidad para contrarrestar la desigualdad tanto en el acceso a la educación, como promotor de la protección social, así como de la salud física y mental. La interrupción escolar puede provocar perdida en el proceso de aprendizaje y elevar la deserción, lo cual podría generar fenómenos de explotación, rezago y aislamiento. Sin embargo, la reactivación de los espacios educativos debe llevarse con mucha precaución.

Una de las oportunidades es la infraestructura con que cuenta el sistema educativo en el país, según datos de la SEP (2018) se cuenta con casi 261 mil centros educativos que atienden a 36.4 millones de alumnos aproximadamente, donde se incluye todos los niveles educativos.

No obstante, el sistema educativo previo a una reactivación debe planear, consultar y diseñar sistemáticamente atendiendo a criterios de inclusion, flexibilidad, seguridad y sustentabilidad, criterios que pueden estar integrados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y que consideran lo siguiente:

Primero, Aplicar los protocolos de seguridad e higiene, integrando a las dinámicas escolares, las estaciones para el lavado de las manos, el distanciamiento físico, el uso de mascarilla y la comprobación de la temperatura. Segundo, La planeación y organización a partir de la comprensión del entorno, será parte fundamental para la toma de decisiones (será indispensable el acompañamiento del sector salud). Tercero, El análisis de nuevos patrones y dinámicas de ocupación y flujo considerando múltiples horarios y el cambio de grupos de estudiantes entre el aprendizaje personal y virtual, para reducir el número de personas al mismo tiempo, así como flujos de acceso unidireccionales. Cuarto, La reconversión de los espacios existentes y el aprovechamiento de espacios alternativos abiertos. Quinto, El análisis y estrategias de ventilación en los espacios de utilización. Sexto, La señalización que permita reconfigurar el flujo de personas a través de los espacios.

La educación en el futuro al parecer será hibrida con métodos pedagógicos flexibles, se extenderá a lo virtual, además de adaptarse al distanciamiento social. Las dinámicas de ocupación obligarán a extenderse en el espacio público. Aunado a que la organización y planeación para la misma requerirá conocimiento colectivo y multidisciplinar, lo anterior integrado al interés y confianza de los ciudadanos formará parte de una educación incluyente que considere cada aspecto de accesibilidad.

Mantener aseguradas o reactivar las escuelas después de un cierre requiere muchas consideraciones, pero si se hace correctamente, puede promover la salud pública y la inclusión de los ciudadanos.

 
 
 

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