top of page
Buscar

PARTICIPAR Y HACER CIUDAD

  • Foto del escritor: Pedro Núñez González
    Pedro Núñez González
  • 12 jun 2020
  • 4 Min. de lectura

MDA. Pedro Núñez González.-


Históricamente las crisis económicas, las guerras y las pandemias han reconfigurado nuestra sociedad y en consecuencia nuestras ciudades. Como por ejemplo, la reconversión del París que conocemos y admiramos por su traza urbana, se realizó a mitad del siglo XIX por el prefecto Haussman, en gran medida como respuesta a la teoría miasmática que postulaba que tanto la estrechez de sus calles y la altura de los edificios, impedía una adecuada circulación del aire y el paso de sol, lo que hacía que se corrompiera el aire causando enfermedades y muertes, generando el cambio entre la imagen que imaginamos en la obra de Los Miserables y el París de hoy. Otro caso es Ámsterdam, la movilidad actual que conocemos y apreciamos es el resultado final del proceso iniciado en la crisis del petróleo de 1973 y así, podemos señalar otros más que han ido adaptando nuestros hábitos y, en consecuencia, nuestro hábitat.



En este momento de crisis sanitaria y confinamiento, empezamos a tener claridad en las medidas sanitarias básicas que adoptaremos en la llamada nueva normalidad. Sin embargo, salvo el tema de modos alternativos de movilidad, de manera colectiva no tenemos la sensibilidad para reconocer la necesidad que esta situación nos demandará, para asumir la pendiente tarea de participar en la planeación y adaptación de nuestras ciudades y que impactará directamente en como las planeamos, vivimos y finalmente en nuestra calidad de vida.

En el artículo de la semana pasada, se señalaba como algunas ciudades en el mundo están modificando con éxito su movilidad al salir del confinamiento y qué sin lugar a dudas, debemos revisar y tomar como referente para lograr tomar las decisiones necesarias para actuar con eficiencia, entendiendo el reto que significa para ciudades mexicanas que no tienen consolidados sistemas de movilidad alternativa y sus sistemas de transporte público no son precisamente ejemplos de eficiencia.

En Morelia por ejemplo, se trabaja en llevar a la acción un plan de movilidad que incluye generar la infraestructura necesaria para integrar una plataforma clara y segura para la movilidad activa, esta movilidad básicamente es la peatonal y la ciclista, proceso que genera posiciones estridentes en contra, sin información que ayude a plantear con claridad que genera el disenso, si son completamente ciudadanas o promovidas por grupos con intereses de otro tipo, sin establecer el impacto de estas intervenciones respecto a su costo-beneficio, ni reconocer a las personas en la primera línea de beneficiarios. De hecho, el recientemente publicado Reporte de Ciclo ciudades, Morelia aparece como la cuarta ciudad que más ha impulsado la movilidad activa, un logro que deberíamos reconocer y valorar sus habitantes.

De igual manera, al no tener un sistema de transporte público adecuado y eficiente, estará en un alto riesgo de colapso por la disminución de sus ingresos, ya que será un fuerte impacto el aplicar las medidas de sana distancia, además de el temor de las personas al identificarlo como un medio con alto riesgo de contagio.

Lo anterior, nos lleva a atender los pendientes postergados para consolidar la participación ciudadana en la planeación y desarrollo de nuestras ciudades, para ello, requerimos estar informados de forma completa y oportuna, para establecer una posición respecto a los temas urbanos y exigir a las autoridades que se establezcan los medios formales de diálogo para lograr los acuerdos colectivos, en donde se de voz a todos los habitantes de la ciudad, como lo establece la Nueva Agenda Urbana, sobre todo a mujeres, jóvenes y grupos vulnerables. Seremos más eficientes en nuestros planteamientos si conocemos datos acerca de los temas que nos interesa abordar y demos estructura a ellos bajo la realidad estadística y no sobre la realidad percibida.

Es prioritario establecer una visión de ciudad, colocando en el centro de las decisiones y de los beneficios a las personas. Para lo anterior, es fundamental la escala, para poder intervenir desde lo barrial con toda la ganancia social que ofrece y que se pueda poner en valor de forma inmediata el aporte de implicarnos en el trabajo colectivo, y por otro lado, la construcción de instrumentos urbanos sólidos, legítimamente ciudadanos, que reflejen la visión de la ciudad, así como las necesidades y anhelos de todas y todos, con impactos medibles, valorados y ajustados al paso del tiempo, y definidos a través de una estricta agenda ciudadana y no por medio de ocurrencias cada tres o seis años.

Lo anterior incluso, contribuye al fomento de la gobernanza y a demandar una coordinación eficiente entre los diferentes niveles de gobierno, ya que como lo afirma el arquitecto chileno Alejandro Aravena, el recurso más escaso en nuestros gobiernos latinoamericanos no es el económico, sino la falta de coordinación entre los diferentes órdenes de gobierno, situación que deja de lado las necesidades de sus ciudadanos.

Debemos participar en construir la ciudad que queremos, humana, compacta, incluyente, y sostenible, desde una postura informada que nos permita dialogar sobre ella y sea susceptible de llevarse a la acción través de una negociación colectiva, las condiciones que nos planteará en el futuro inmediato esta crisis sanitaria, recalcarán la necesidad ya existente de reconocer y exigir, que toda acción urbana se genere a través de la construcción ciudadana y pueda ser medible por sus impactos sociales y no solamente por sus volúmenes de concreto.


Kommentare


bottom of page